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Complejo de superioridad y de inferioridad.
Dos caras de la misma moneda.
El complejo de superioridad y de inferioridad son las dos caras de la misma moneda.
Son dos maneras de lidiar con el mismo problema.
Vamos a ver cada uno de ellos y cuál es la solución para ambos.
Complejo de superioridad:
El complejo de superioridad sucede cuando tratamos de enaltecernos respecto a los demás y nos creemos (de forma superficial) superiores al resto.
Solemos estar constantemente comparándonos con los demás y viendo de forma obsesiva donde somos superiores o mejores.
Destacamos mucho nuestros logros, virtudes y talentos, pero en el fondo tenemos una necesidad patológica de validación externa. La cual viene de una profunda falta de amor propio y validación interna.
Lógicamente, las personas no nacen así. Este tipo de complejo se va fraguando por las experiencias que vamos teniendo. Y puede expresarse con esta apariencia de superioridad o con su contrapartida, la inferioridad.
Complejo de inferioridad:
En este caso nos sentiremos inferiores o no válidos en comparación con los demás. Y aunque puede parecer más noble que el complejo de superioridad, son igual de problemáticos.
La sentirnos inferiores y exteriorizarlo también recibiremos validación externa. Ya que las personas nos dirán que somos maravillosos y que no nos machaquemos tanto.
Además, el mostrar constantemente cómo nos comparamos y lo inferiores que nos sentimos nos evita en cierta manera los conflictos con los demás. Ya que nadie nos verá como una amenaza.
En el fondo, no es sano sentirse inferior o superior a los demás, ya que estamos constantemente en la comparativa y como yonkis buscando la validación externa en ambos casos.
Mismo problema. Misma solución.
Como ya he dicho, ambos complejos se fraguan y se generan por una profunda sensación de no ser suficiente, de no ser válido y en definitiva de falta de amor propio.
Por tanto, la única solución es generar ese amor propio desde dentro, para luego crear vínculos con otras personas en las que sí nos mostramos tal y como somos y somos amados.
El primer paso es darse cuenta y tomar conciencia de lo que estamos haciendo. Tanto en un caso como otro el mayor síntoma de tener estos complejos es la necesidad de validación externa. Pero lo cierto es que no hay cantidad de validación externa que llene el vacío de una persona que no se ama a sí misma.
El segundo paso es ver y sentir compasión por esa persona que no se siente suficiente y asumir la responsabilidad de llenar ese vacío. No podemos depender del exterior para llenar un vacío que es interno. Así nunca estaremos en paz.
Y el tercer paso y el más importante es tomar la decisión de mostrarnos tal y como somos. Arriesgándonos por tanto al rechazo, al conflicto y al fracaso. Con la consciencia y la percepción de que pase lo que pase nos tendremos a nosotros mismos y que nuestros resultados no nos definen. El sentido de todo esto es que al mostrarnos siendo más de lo que somos o menos que los demás nos estamos traicionando y nos estamos invalidando internamente. Por eso luego buscamos validación externa para llenar ese vacío. En el fondo vemos el mundo como amenazante porque nos da miedo no recibir esa validación externa de los demás.
A base de mostrarnos tal y como somos nuestro cerebro empieza a generar una predicción diferente en relación al entorno. Ya no habrá una necesidad de validación externa porque nos habremos validado de forma interna. Independientemente de si luego recibimos validación externa o no.
Además generaremos vínculos reales y nos sentiremos seguros porque no estaremos en la comparativa constante o necesitando la validación externa.
Ya eres suficiente.
Ya eres válido.
Feliz sábado.