Qué oculta el perfeccionismo.

(no es lo que esperas)

Se habla mucho del perfeccionismo hoy en día. Incluso se habla de ello como si fuera un rasgo de personalidad.

“Yo soy perfeccionista”. Pero realmente el perfeccionismo es un mecanismo de compensación que busca nuestra supervivencia.

Vamos a verlo.

 

Perfeccionismo como protección:

En nuestra infancia empezamos a ver que el mundo no es color de rosa. Y que, de una manera o de otra, el amor tenemos que ganárnoslo.

Percibimos el amor de forma condicional porque recibimos amor cuando hacemos las cosas “bien” o somos “perfectos”.

El perfeccionismo surge de este miedo a no ser suficiente y a no recibir amor o validación del exterior.

Es el intento del alma de sobrevivir al rechazo del mundo exterior.

Al final ese perfeccionismo nos lleva a un miedo al rechazo increíble, lo cual provoca que suprimamos emociones de todo tipo. Bloqueando la expresión completa de nuestro ser y alienándonos como seres humanos.

Ocultamos las partes nuestras que pensamos que no son dignas de amor.

Yo sinceramente cuando me di cuenta de esto se me rompió el alma. En una frase lo que significa y la creencia que se genera es esta:

“Es más seguro parecer perfecto que ser auténtico”. Menuda crueldad.

Entonces una vez vemos al perfeccionismo como ese mecanismo de defensa que nace del miedo podemos empezar a sanar.

¿Cuándo sanamos? Cuando ser perfecto y “gustar” deja de llenarnos y empezamos a necesitar ser auténticos. Que nos vean y nos amen simplemente por existir. Por nuestro ser.

 

El amor y la conexión como antídotos:

Como siempre en estos procesos se requiere de mucho amor propio y coraje para mostrar nuestro verdadero ser. Arriesgándonos a ser rechazados por ello.

El problema es que la presión que sentimos por ser perfectos nos aliena, nos separa del resto y acumulamos ira. Ira que no podemos expresar y que la dirigimos hacia nosotros en un intento nuevamente de evitar el rechazo.

Ese enfado, esa ira realmente es lo que estaba antes de que tuviéramos que trabajar para ser amados.

Donde el enfado dice “yo importo y soy merecedor de amor”.

El perfeccionismo dice “debo trabajar y adaptarme para ser amado”. Muy triste.

Cuando la validación es condicional, la perfección se convierte en el precio de formar parte de una tribu.

Entonces al ver nuestro sufrimiento, esa parte nuestra que no se siente suficiente, lo que aparece es una tremenda compasión. Una compasión que se transforma en una ira bien entendida, una ira sana que nos da el coraje de mostrarnos tal cual somos.

“¡Soy merecedor de amor! ¡Voy a mostrarme tal y como soy!”

Esa rabia nos conecta con la injusticia de la situación. La injusticia de tener que reprimir nuestro verdadero ser y que además de eso nunca será suficiente. Da igual cuánto logremos, cuánto dinero tengamos, como de guapos y en forma consigamos ser… NUNCA ES SUFICIENTE.

Y si, eso cabrea mucho.

 

¿Acaso no somos todos merecedores de amor simplemente por existir?

¿Cuándo se convirtió el amor en algo por lo que hay que trabajar y esforzarse?

Desde aquí os digo que todos nacimos validos y siendo merecedores de amor. No os conforméis con las migajas de una validación externa que nunca será suficiente.

Y es que… no hay amor en el mundo capaz de llenar el vacío de una persona que no se ama a sí misma.

Hoy en día el amor propio incondicional y la búsqueda de vínculos que te ofrezcan ese mismo amor se ha convertido en el acto más revolucionario.

¡Viva la revolución!

Feliz sábado.